Delmira Agustini
(Nació en Montevideo el 24 de octubre,
1886 - 1914) Destacada poetisa uruguaya, adscrita al modernismo, que inauguró
con su obra lírica la trayectoria de la poesía femenina del siglo XX en el
continente sudamericano. Formó parte de la llamada "generación de
1900", a la que también pertenecieron Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones y Rubén Darío, al que
consideraba su maestro, y con el que mantuvo correspondencia tras conocerlo en
1912 en Montevideo.
A los cinco años
sabía leer y escribir correctamente, a los diez componía versos.
Su obra se vincula a la
vasta corriente modernista rioplatense, dominada mayoritariamente por hombres,
y contó con la admiración de las principales figuras de la época como el propio
Rubén Darío, Miguel de Unamuno y Manuel Ugarte. La tónica general de su poesía es erótica,
con imágenes de honda belleza y originalidad. El mundo de sus poemas es sombrío
y atormentado, con versos de una musicalidad excepcional. Su lirismo llega a
profundidades metafísicas que contrastan con su juventud.
Delmira Agustini perteneció
a una familia acomodada, descendiente de alemanes, franceses y porteños. Todos
ellos sobre protegían aquella vocación poética con la que escandalizó a la
burguesa sociedad rioplatense. En su infancia realizó estudios de francés,
música y pintura. Su vida y su personalidad están llenas de enigmas y
contradicciones. En su corta vida tuvo una terrible peripecia sentimental que
provocó su trágica muerte a los 27 años de edad: su matrimonio con Enrique
Reyes, la separación posterior y el asesinato a manos de su ex marido. Tras su
desaparición nació un mito que desafía a ensayistas y biógrafos y sigue vigente
en infinidad de versiones.
Desde temprana edad envió
colaboraciones en prosa a la revista Alborada,
que se publicaba por entonces en la capital del país. En 1907 editó su primer
poemario, El libro blanco, al que
siguieron Cantos de la mañana (1910)
y Los cálices vacíos (1913).
Póstumamente, en 1924, salieron a la luz las Obras
completas (tomo 1, El
rosario de Eros; tomo 2, Los astros del abismo),
con un prólogo de Alberto Zum Felde, y en 1969 su Correspondencia íntima. Su
prematura muerte le impidió prolongar una trayectoria que sin duda la habría
situado, junto a Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y sus compatriotas María Eugenia Vaz Ferreira y Juana de Ibarbourou, entre las grandes poetisas de América.
Tras dejar a su antiguo
novio, Amancio Sollers, y después de un largo noviazgo con Enrique Job Reyes,
un negociante de ganado caballar, contrae matrimonio en el 14 de Agosto de 1913
(entre los testigos de la boda se distinguen Juan Zorrilla de San Martín y
Manuel Ugarte, de quien Demira se había enamorado poco antes de casarse y a
quien unos meses después ella le diría que "él había sido el tormento de
su noche de bodas"). Antes de cumplirse mes y medio de celebrada la boda,
abandona a su marido y entabla demanda de divorcio.
Julián del Casal
La Habana, 7 de
noviembre de 1863 - ibídem, 21 de octubre de 1893. Poeta cubano. Aunque inició su
trayectoria dentro del romanticismo decimonónico, es considerado un precursor
de la estética modernista. Nacido en el seno de una familia acomodada, de padre
español y madre cubana, perdió a su madre siendo muy niño, y a su padre cuando
contaba 22 años; la fortuna paterna se vino abajo y su vida cambió
radicalmente. Julián del Casal se encontró sin recursos frente a la vida, tras
los estudios que había cursado en el Colegio Belén, y a solas con el caudal de
sus inclinaciones literarias y periodísticas.
Modesto empleado de Hacienda, perdió
su empleo cuando inició la publicación de La Sociedad
de la Habana, cuyo primer capítulo contenía alusiones mordaces para la
familia del gobernador; la publicación fue suspendida por orden de las
autoridades. Dedicado íntegramente a las letras, vivió primero en un cuarto de
la redacción de La Habana Elegante;
hizo un viaje de pocos meses a España, donde trabó amistad con Salvador Rueda,
y al volver se hospedó en un cuarto de la redacción de El País, por no disponer de
medios de subsistencia. Una rotura de aneurisma acabó tempranamente con su
vida.
Considerado uno de los precursores del
modernismo en la literatura hispanoamericana, Casal incorporó a las letras
cubanas y a las de toda Hispanoamérica el tono de una nueva sensibilidad, y fue
el creador de algunas nuevas combinaciones métricas que el modernismo
generalizó. Maestro del soneto endecasílabo (Pax
Animae, Salomé),
intentó también el do decasílabo y el alejandrino (Profanación);
bello ejemplo de verso eneasílabo es Tarde
de lluvia, y, de verso en diez sílabas, Horridum
Somnium. Casal representa una anticipación del movimiento modernista,
que en Cuba fue interrumpido en su desarrollo por la última guerra de
independencia.
Casi al final de su vida publicó los
tres libros que constituyen sus obras completas: Hojas
al viento (1890), todavía con marcada influencia del romanticismo
español y francés; el parnasiano Nieve (1892)
y, finalmente, Bustos y Rimas (1893),
conjunto de prosas y versos en el que se aprecia la influencia de Charles Baudelaire y de Paul Verlaine, y una
intuición que preanuncia el modernismo. En este último libro predomina el
subjetivismo peculiar de Casal, su alma lírica dominada por la tristeza
irreparable, por el ensueño superador de la estrecha y mísera realidad
provinciana, monótona y vulgar, que le rodea. Se añade a ello su necesidad
espiritual de refinamiento, su aptitud para la expresión tanto de estados de
alma como de escenas brillantes de la naturaleza y su progresiva maestría para
la factura del verso nuevo.
Julián de Casal conoció a Rubén Darío en 1892, poco antes de morir, por lo que
poca pudo ser la influencia rubeniana en su obra; fue más bien Casal quien
influyó poderosamente en el alma lírica de Rubén Darlo. Aunque su inspiración
enfermiza nos haga recordar a Gustavo Adolfo Bécquer,
Julián de Casal no es un posromántico, sino un renovador, maestro de la rima y
de las formas métricas que tanto habría de cultivar el modernismo; no se
detiene en Heine: pasa por Gautier, Verlaine y Baudelaire, y forja una lírica
de inquietud íntima que expresa una angustia de sentido universal desde una
oscura habitación de La Habana. Poeta cubano de la angustia, como ha sido
llamado, Casal sentía una apasionada inclinación hacia una niña de alma lírica
que se llamaba Juana Borrero, a la que cantó en redondillas; como contagiada de
la mortal angustia del poeta, la joven murió tres años después que él, a los
diecinueve de edad.
La fantasía desbordada de Casal
pareció prever los honores que se le habían de rendir después de la muerte (Fatuidad póstuma); Martí y Rubén
Darío cantaron su grandeza. Su obra dispersa en El
estudiante (periódico manuscrito de su primera juventud), en el
semanario La Habana Elegante, en El País, La Discusión, El Fígaroy La Caricatura, ha sido recogida
y publicada recientemente. Ejerció el periodismo con los seudónimos El conde de Camors, Hernani y Alceste.
José Asunción Silva
(Bogotá, 1865 - 1896) Poeta
colombiano. En la historiografía literaria suele reconocérsele como el gran
iniciador del modernismo hispanoamericano, tendencia literaria que alcanzaría
su culminación en la obra del nicaragüense Rubén Darío.
Dotado de una gran sensibilidad humana
y artística y de una notable inteligencia, tuvo una formación literaria precoz,
resultado de un ambiente familiar cultivado y creativo: José Asunción Silva era
hijo del escritor costumbrista y acomodado comerciante Ricardo Silva, un hombre
elegante, de refinado gusto y descendiente de aristocráticos granadinos
emparentados con el general Francisco de Paula Santander.
Doña Vicenta Gómez, hermosa dama bogotana y madre del poeta, era hija del
diputado Vicente Antonio Gómez Restrepo, quien desempeñó importantes labores en
los primeros años de la República de la Nueva Granada y falleció tempranamente.
De los hijos del matrimonio
Silva-Gómez sólo llegaron a edad adulta José Asunción, Elvira y Julia,
falleciendo en la infancia Alfonso, Inés y Guillermo. Esta temprana relación
con la muerte marcaría al poeta. Ya a los dos años de edad, José Asunción tenía
fama de prodigio en Bogotá. Parece ser que a esa edad ya sabía leer, escribir e
incluso pintar.
Algo que sin
duda marcó su infancia y juventud fueron las tertulias literarias que su padre
organizaba, bien en la casona del barrio de La Catedral, bien en el almacén
dedicado a la venta de objetos suntuosos. A estas tertulias asistían no sólo
miembros del grupo El Mosaico (escritores costumbristas como José Manuel Marrorquín, José María Vergara y Vergara,
Salvador Camacho Roldán, Ricardo Carrasquilla y José David Guarín, entre
otros), sino también las amistades que don Ricardo Silva cultivaba dentro de la
política. Radical sin fanatismo, fue amigo de José María Samper, Rufino José Cuervo y su hermano Ángel, Jorge Isaac,
Francisco Javier Zaldúa y Teodoro Valenzuela.
En enero de
1869 José Asunción ingresó al Liceo de la Infancia, dirigido por don Ricardo
Carrasquilla. Como el niño de tres años recién cumplidos ya sabía leer y
escribir, no entró al primer curso sino a dos más avanzados, al lado de
compañeros que le aventajaban en edad como José María Rivas Groot, Andrés de
Santamaría y Juan Evangelista Manrique. En este colegio uno de sus
institutores, Nicolás Es guerra, lo apodaría con el mote de "José
Presunción". El 2 de marzo de 1870
nació Elvira Inés Silva Gómez, quien llegaría a ser la más cercana confidente
de su hermano. Aunque los biógrafos insisten en describir a José Asunción como
un niño triste, tímido e introvertido, sus poesías dedicadas a su infancia
recuerdan con nostalgia y dulzura este periodo.
En febrero de 1871 José
Asunción Silva ingresó en el Colegio de San José, regentado por Luis María
Cuervo, hermano mayor de Ángel y Rufino José. Conoció por entonces a Alirio
Díaz Guerra, a quien lo uniría una fuerte amistad. Rafael Pombo, amigo de su
padre, le hizo llegar un ejemplar de "El cuervo", de Edgar Allan Poe.
Fue la
relación con Rafael Pombo y con Jorge Isaac una de las más duraderas y fecundas, tanto
para José Asunción como para Elvira Silva. A los diez años, con motivo de su
primera comunión, escribió un poema sobre el tema. En 1877 Silva y otros niños
ingresaron al Liceo de la Infancia, esta vez regentado por el presbítero Tomás
Escobar, pariente de doña Vicenta Gómez; tres años más tarde, concluidos sus
estudios, abandonó el colegio, que terminó clausurado por un ruidoso proceso en
el que tomó parte activa el ya entonces virulento escritor José María Vargas Vila.
La vida apacible de esos
años dio un vuelco para los Silva: la situación económica de la familia, aunque
aún holgada, fue golpeada primero por las drásticas medidas del gobierno
radical y, después, por la pérdida de buena parte de la herencia de don Ricardo
Silva, debida a los pleitos con sus primos Suárez Fortoul. Terminado el
bachillerato, el futuro poeta hubo de atender el almacén familiar. Cuenta
Enrique Santos Molano, autor de la biografía más completa que se ha escrito
sobre el poeta: "José Asunción Silva armó detrás del mostrador un
laboratorio imponderable de observación social y psicológica. Examinaba con
penetración rigurosa las personas que entraban de compras, de mirones o de
visitantes a Ricardo Silva; espiaba sus gestos, estudiaba sus gustos, procesaba
sus opiniones, acechaba sus peculiaridades, sus virtudes, sus defectos, y los
anotaba en su memoria de ordenador y en un cuaderno. Detrás del mostrador
acrecentó sus conocimientos, devoró cantidades de libros y procuró mantenerse
informado de los movimientos literarios, artísticos y políticos de
Europa".
A los
dieciséis años parece ser que tuvo su primer amor; al menos así se intuye en
dos de sus poemas, pues, como es bien sabido, en este campo mostró siempre el
más caballeroso y férreo mutismo. La vida amorosa del poeta es un misterio,
siempre acompañado de los más disparatados rumores que van desde una hija
secreta, la morbosa garçoniére de
la calle 19, hasta su afeminamiento (lo llamaron el "Casto José"),
pasando por la infamante historia del amor incestuoso con su hermana Elvira.
En 1881 don Ricardo Silva,
que ya empezaba a sentir los acosos de la tiflitis que lo llevaría a la tumba,
compró la finca Chantilly en Chapinero, donde tantos momentos de alegría y
tristeza viviría el poeta; en esa época Silva intentó reunir de nuevo al
Mosaico. Bajo el título de Intimidades se conoce el
grupo de poemas escritos entre agosto de 1880 y mayo de 1884 y que, regalados
por el bardo a Paquita Martín, se conservan en la Biblioteca Nacional en copia
manuscrita hecha por ella. Alguna influencia de Gustavo Adolfo Bécquer se alcanza a percibir en estos
tempranos versos, que se alternan con traducciones de Víctor Hugo o de Pierre-Jean de Béranger.
En noviembre de 1883 don
Ricardo Silva imprimió su libro Artículos
de costumbres y regaló el
manuscrito, con bella dedicatoria, a su hijo José Asunción; un mes más tarde se
protocolizó su emancipación económica y se comenzó a planear el viaje a París,
donde residía desde hacía muchos años el tío abuelo del poeta, don Antonio
María Silva Fortoul. Primero viajó el padre, en abril de 1884, y, tras su
regreso, salió rumbo a Europa José Asunción, el 23 de octubre, llegando a París
en los primeros días de diciembre.
José Asunción Silva
permaneció un año en el viejo continente, donde asistió a cursos del afamado
neurólogo Jean-Martín Charcot, que tanto le
servirían para la descripción de personajes y comportamientos. En París (adonde
llegó cuando su tío abuelo ya había muerto) se encontró con los hermanos
Cuervo, con quienes entabló tertulias literarias. En 1885 conoció a Stéphane Mallarmé; el encuentro con
este poeta cuarentón y aún desconocido fue en el apartamento de Mallarmé, en la
calle de Roma. Hacia agosto viajó a Londres, donde admiró la pintura de los
prerrafaelitas y copió como ejercicio el cuadro de Waller El duelo. Tras un rápido viaje por Holanda, Bélgica, Italia y Suiza,
regresó a París, y en diciembre de 1885 se encontraba de nuevo en Bogotá.
Recién llegado, se enteró
del cuantioso robo al Almacén Ricardo Silva. La familia se había mudado a
Chantilly. Por entonces formó parte del grupo de poetas de La Lira Nueva,
presentado por José María Rivas Groot.
En la célebre antología (introducción para unos, antesala del modernismo para
otros), Silva figura entre los 35 reseñados, junto a autores como Candelario
Obeso, Fidel Cano, Ismael Enrique Arciniegas y Julio Flórez. De José Asunción Silva se publicó en esta
edición el mayor número de poemas, lo que sirve en parte para demostrar la
importancia que se le dio ya en vida, desmintiendo el tendencioso invento de su
supuesto anonimato.
Don Ricardo Silva falleció
la noche del 1 de junio de 1887, en la casa 93 de la calle 12. Pero no fue
solamente la triste pérdida lo que ensombreció y transformó totalmente el
ambiente familiar; al asumir José Asunción la dirección de los negocios paternos,
descubrió que hasta entonces su familia había vivido en una falsa bonanza,
basada en créditos respaldados únicamente en la confianza que los acreedores
tenían en don Ricardo y que tal vez no era ''heredable''.
Pero el poeta no se amilanó:
decidió renovar el negocio y diversificarlo, invirtiendo en tierras cafeteras,
abriendo una sucursal de Ricardo Silva e Hijo llamada Almacén de Cuelgas y
revolucionando la publicidad con poemas-anuncio o bien con enormes letreros
nunca vistos en los diarios capitalinos. Leyó en este año de 1888 tres libros
claves: El crepúsculo de
los dioses, de Friedrich Nietzsche; La
dama gris, de Herman, y Le
bon heure, de Sully
Prudhomme, y empezó los borradores de una serie de novelas que pensaba reunir
bajo el título común de Cuentos
negros, que aparecieron
en periódicos de la época. Entre 1889 y 1891, Silva escribió buena parte de su
más conocida poesía, como el Nocturno
II, y también, en
prosa, La protesta de la
Musa.
Julio Herrera y Reissig
(Montevideo, 1875 - 1910)
Poeta uruguayo considerado una de las cumbres del modernismo y uno de "los
cuatro delfines" y herederos de Rubén Darío, junto a Leopoldo Lugones,
Amado Nervo y Ricardo Jaimes Freyre. El propio fundador del movimiento lo
citaba como el modelo ideal del poeta, por su exotismo, su rechazo a las servidumbres
de la vida cotidiana y su aislamiento, que culminó con las exclusivas tertulias
de la "Torre de los Panoramas", un altillo céntrico con vistas
marítimas, que entre 1902 y 1907 Herrera convirtió en eje y monumento del
decadentismo rioplatense.
Hijo
predilecto de una familia colonial patricia, ya empobrecida cuando su
nacimiento, consiguió no obstante cursar estudios en Madrid y París, y regresó
a su tierra como un apóstol del simbolismo, al que el descubrimiento de Darío
acabaría de radicalizar hasta extremos en los que jamás incurrió el vate
nicaragüense, tales como su desprecio por la modesta identidad sudamericana
("me arrebujo en mi desdén por mi país") o la ostentosa publicidad
que hacía de su adicción a la morfina. Víctima de una cardiopatía congénita y
de una hipersensibilidad enfermiza, padeció varios episodios dramáticos que
culminaron con el infarto que acabó con su vida.
Casi todo lo
que publicó durante ella (Los peregrinos de
piedra, Wagnerianas, Las pascuas del tiempo, Los maitines de la noche, Aguas
del Aqueronte, Las manzanas de Amarilis, entre 1898 y 1909) denota la
huella, por un lado, de Baudelaire y
Leconte de Lisle, y por otro de Rubén Darío y Leopoldo Lugones, a medida que la influencia parnasiana iba
cediendo lugar a su descubrimiento de la estética modernista, por lo que
Herrera no hubiese sido otra cosa que el mayor animador y modelo vital de esta
escuela, si sus abundantes publicaciones póstumas no le hubiesen otorgado el
lugar que merecía: el de una de las voces más poderosas y originales del
modernismo, no sólo en Sudamérica sino en el ámbito de la lengua.
Hasta cuatro
aspectos diversos ha señalado la crítica en la lujosa herencia del poeta: la
amplia experimentación formal, métrica y rítmica, de Los éxtasis de la montaña; la
emotividad y el erotismo sentimental de Los
parques abandonados; el registro exótico, en una variante personalísima,
de Ópalos y Los cromos; la oscuridad
hermética y el insólito satanismo de Desolación
absurda y Tertulia
lunática. Esta versatilidad ha planteado numerosos interrogantes sobre
la auténtica naturaleza de Herrera y sobre la interpretación que debe darse a
sus datos biográficos, por lo que su obra y su figura han provocado en casi un
siglo el renovado interés de los especialistas.
Amado Nervo
(José Amado Ruiz de Nervo;
Tepic, Nayarit, 1870 - Montevideo, 1919) Poeta mexicano. Hizo sus primeros
estudios en el Colegio de Jacona, pasando después al Seminario de Zamora, en el
Estado de Michoacán, donde permaneció desde 1886 hasta 1891.
Los
problemas económicos que atenazaron a su familia, un hogar de clase media
venido a menos, le forzaron a dejar inconclusos sus estudios eclesiásticos, sin
que pueda descartarse por completo la idea de que su decisión fuera también
influida por sus propias inclinaciones. En cualquier caso, siguió alentando en
su interior una espiritualidad mística, nacida sin duda en estos primeros años
y que empapó su producción lírica en una primera etapa; en ella meditó
fundamentalmente sobre la existencia humana, sus problemas, sus conflictos y
sus misterios, y sobre el eterno dilema de la vida y la muerte.
Abandonados
los estudios, Amado Nervo empezó a ejercer el periodismo, profesión que
desarrolló primero en Mazatlán, en el Estado de Sinaloa, y más tarde en la
propia Ciudad de México, adonde se trasladó temporalmente en 1894. Sus
colaboraciones aparecieron en la Revista Azul. Junto a su amigo Jesús E.
Valenzuela, fundó la Revista Moderna. Estas dos publicaciones fueron el
resultado de las ansias e impulsos modernistas que aparecieron, en aquella
época, en todos los rincones de la Latinoamérica literaria y artística.
Todos los estudiosos
parecen estar de acuerdo en afirmar que adoptó los principios y la filosofía
del Parnaso, grupo de creadores franceses que intentaba reaccionar contra la
poesía utilitaria y declamatoria tan en boga por aquel entonces, rechazando
también un romanticismo lírico en el que los sentimientos, las encendidas
pasiones y las convicciones íntimas de los autores, interfiriendo en su
producción literaria, impedían, a su entender, el florecimiento de la belleza
artística pura.
En París conoció a la que iba a ser la
mujer de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, con la que compartió su vida más
de diez años, entre 1901 y 1912, y cuyo prematuro fallecimiento fue el doloroso
manantial del que emanan los versos de La
amada inmóvil, que no vio la luz pública hasta después de la muerte del
poeta, prueba de que éste consideraba su obra como parte imprescindible de su
más dolorosa intimidad. Su Ofertorio supone,
sin ningún género de duda, uno de los momentos líricos de mayor emoción, una de
las joyas líricas más importantes de toda su producción poética.
Cuando regresó a México,
tras aquellos años decisivos para su vida y su formación literaria y artística,
ejerció como profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, hasta que fue
nombrado inspector de enseñanza de la literatura. En 1906, por fin, ingresó en
el servicio diplomático mexicano y se le confiaron distintas tareas en
Argentina y Uruguay, para ser finalmente designado secretario segundo de la
Legación de México en España.
En 1918
recibió el nombramiento de ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay, el
que iba a ser su último cargo, pues, un año después, en 1919, Amado Nervo moría
en Montevideo, la capital uruguaya, donde había conocido a Zorrilla de San Martín, notable orador y ensayista con el
que trabó estrecha amistad y que, a decir de los estudiosos, influyó
decisivamente en el acercamiento a la Iglesia Católica que realizó el poeta en
sus últimos momentos, un acercamiento que tiene todos los visos de una
verdadera reconciliación.